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Leonardo, sensibilidad y dignidad artística, por Andrés García Maldonado

CONTRALUZ.Óleo sobre tabla 73 x 60 cmLa dulzura del niño haciéndose con el no menos dulce bollo, un Pablo Picasso que retorna al alma de Málaga iluminado en azul, el retrato de Viky expresando belleza y sentimiento –el que ya captó por sus inicios, hace más de treinta años–, el combinado encanto de la niñas y ciruelas, su artístico homenaje a Velázquez, el deporte hermanándose con su vetusta historia y la intelectualidad, el mantón de Manila sumergiéndose en el exquisito y sensual palacio nazarita, su encuadre de los pescadores sacando el copo con todo su significado marinero y social, las uvas desbordantes dando vida a la vez deteriorada pero bella cerámica y al hilo de agua perenne del viejo grifo, la expresión del paso del tiempo, o su renovado encuentro con el poético romanticismo, no son otra cosa que la contundente realidad de la talla artística y humana del pintor Leonardo, Leonardo Fernández.

Ha pasado el tiempo y cumpliéndose lo dicho por el inolvidable y siempre querido profesor Agustín Clavijo, que tanto sabía de Málaga y de los auténticos valores artísticos, y escrito por mí allá por 1976, Leonardo es desde hace muchos años el pintor que, despertando pronto su vocación, ha sabido recorrer el camino con sabiduría y permanente entrega a su hacer para alcanzar, por méritos y cualidades propias, la maestría, esa que premio y distingue a los que son fieles a sus ideas y hondos sentimientos.

Maestría que se expresa en cada obra, tanto en los temas que elige y convierte en insólitas expresiones artísticas, como en la forma de plasmarlos pictóricamente, a los que con su personalidad creativa da una inconfundible e irrepetible vida.

Leonardo, cuya trayectoria es toda una lección de lo que es ser artista en el inequívoco sentido del noble ejercicio de este elevado “oficio”, ha dejado bien claro que ante todo hay que ser persona y que desde esta cualidad es como, superándose etapas, el artista se hace definitivamente y se consolida, poniendo de manifiesto en cada nueva obra la realidad inagotable del arte, este hecho de partir de la nada y llevarnos hasta expresiones maravillosas por artísticas y comunicadoras de belleza y sentimiento.

Ahí está su inconfundible personalidad artística, en hermanar belleza y sensibilidad, apoyando todo esto con un rigurosa sentido de la responsabilidad que todo artista debe de tener y que pocos ejercen. Ese respeto al singular hacer, propio de los que, como Leonardo, saben que la pintura, siendo disfrute y gozo espiritual para quien la realiza, forma también parte de ese compromiso permanente e inconfundible del Arte con los demás, con el tiempo que le ha tocado vivir, cosa que obvian o confunden intencionadamente los que convierten la expresión artística como escaparate de ridículas vanidades.

Leonardo pudo estar en lo fácil, en lo cómoda y económicamente productivo, dedicándose a deleitar a esos que aplauden y apoyan -¿Dios sabe por qué?, como no pocos de nosotros- a un que otro memo, pero jamás regateó esfuerzos para que su inteligencia e imaginación artística fuesen dando los frutos que correspondía en el tiempo que era debido, sin prisas ni imposiciones y, menos aún, engaños de tipo alguno.

Así, su obra, ya de tantos años, es el conseguido y loable resultado de aquella lección que comenzó a aprender en niño que fue, cuando un día empezó a soñar con ser pintor y, con amor y entrega, se dedicó a ello, siendo pronto reconocido y asegurándosele que sería uno de los destacados pintores de la tierra de luz y color que es su Málaga natal. Esta Málaga nuestra que no ha dejado de dar excepcionales pintores, la que, como en algunos otros casos, se ha visto utilizada y engañada por lo fácil y repetitivo, pero que jamás, aunque parezca madrastra para sus mismos hijos, dejará de reconocer a los que sí son artistas de la pintura, como Leonardo, por sus obras y no por otras razones.

Y así, una vez más, y esta es ya la sexto, Leonardo, el pintor malagueño que jamás deja de mirar el Mediterráneo llenado éste con su imaginación y creatividad, lo tenemos en Cataluña con un excelente mensaje artístico en treinta de sus obras.

Su reciente exposición antológica, 1971-2002, como correspondía, supuso todo un aldabonazo para que su tierra volviese a reiterarle su reconocimiento, el que bien le corresponde. Estamos seguros que esto se repetirá en cuantas ocasiones surja una oportunidad para ello, ya que Leonardo y su obra forman parte de la mejor pintura andaluza y malagueña de nuestro tiempo.

Jamás dejaremos de insistir en que Leonardo, además de ser artista, un consumado pintor, es persona en el gran sentido de esta palabra y, por medio de su misma obra, ante todo observamos su nobleza y altas miras humanas y espirituales. De este modo, con Leonardo estamos ante una persona que, en primer lugar, pone la dignidad del ser humano como el mayor don que poseemos, que nos distingue y eleva.

Andrés García Maldonado.
Presidente de la Asociación de la Prensa de Málaga.

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