El Retrato
A lo largo de mi trayectoria artística, he comprobado que el retrato es uno de los géneros más difíciles de desarrollar. Y es que no sólo se trata de reflejar la figura, sino el alma: hay que tener un dominio del dibujo, estudiar a fondo las cualidades y el carácter del modelo e incluso tener conocimiento de psicología.
En cualquier otro género pictórico se busca el rasgo o aspecto del asunto que más impresiona, y se procura destacar éste en el cuadro, pero en el retrato no puede actuarse de esa manera. Cuando el modelo tiene una cara de rasgos duros y una expresión altiva u orgullosa, de nada servirán las justificaciones si es representado de esta manera, pues los humanos -mujeres y hombres- detestan verse en su propio y real aspecto, y aspiran a que éste sea favorecedor y halagador. Todos quieren verse más jóvenes, con sus defectos atenuados o eliminados, y más bellos de lo que son. Casi todos tenemos una impresión íntima y siempre halagüeña de nosotros mismos, y el retrato que no contenga esta concesión o ese autoconcepto defraudará, aunque su valor de representación y artístico sean extraordinarios.
Muchas veces pregunta el modelo, habitualmente femenino, cómo se debe vestir para un retrato, y la respuesta más satisfactoria consiste en decirle que se ponga lo que más le agrade, y aquello que considere que le va mejor. De esta forma se elimina cierta responsabilidad y siempre predispone más favorablemente que una imposición definida.
Por todo ello, a mí lo que más me gusta retratar son niños, pues es una apuesta segura plasmar en una obra la inocencia pura que ellos desprenden, sin que dé lugar a interpretación alguna.
Leonardo Fernández González
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