Carratraca: Aires Limpios de Sierra, por José Morales
Tengo una duda -bueno; una, no; muchas-, pero voy por otro camino. Mi pregunta va ¿se sumerge Carratraca en el paisaje o es el paisaje el que se asoma a ver la cal blanca de Carratraca? Me explico. Leonardo Fernández (ahora hablaremos de él) me envía la foto de un cuadro que va camino de Tarragona para alguien que ama, en demasía, a su pueblo.
Leonardo, con Félix Revello de Toro, Blanca…, es uno de los grandes que la pintura realista de Málaga aporta al siglo XX. Pero es más; Leonardo Fernández lleva en sus lienzos esencia de jazmines, brisas marengas, bodegones de vida, agua clara, primores de lo minúsculo, como la mosca que se posa en el borde de la mesa, o el grifo -siempre el grifo- presente en su obra.
Sigue este pintor la estela marcada por los maestros del XIX, Muñoz Degrain, Ferrándiz, Moreno Carbonero, Blanco Coris, Denis, Martínez de la Vega… Un sin fin. Pero, de entre todos, Leonardo se trae, con la maestría que lo hizo Carlos de Haes, la esencia del paisaje al lienzo. Ese no sé qué que flota y que llega al alma del que se para ante su obra.
Ya no suben diligencias, camino de Sevilla, por el arroyo de las Cañas ni repostan en la Venta de San Antonio. Es el mismo paisaje que Leonardo lo enseña por el marco desvencijado de una ventana y nos trae el aire limpio de la sierra, las nubes que se columbran sobre el gris de la piedra o verdor de la huerta en contraste con la blancura de la cal blanca que reverbera en las paredes del pueblo.
No es otra obra más. Es, como todo lo que este hombre lleva al lienzo, sabor de esencia, colorido ahíto de azul en el poyete de la ventana, en la madurez de la racimo de uvas, en las manzanas -no de pecado- que invitan al espectador a extasiarse ante la obra acabada y bien hecha. Gracias, maestro.
José Morales
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